Esa sensación de vértigo que he deseado toda mi existencia me provoca trascender hacia millones de partículas de cristal esparcidas sobre el piso de losa blanca del departamento de Violeta.
Las torturas y limitaciones a las que fui
sometido toda mi vida me dan esta apariencia evocativa de paisajes costeros del
lejano oriente: víctimas de la erosión constante de la salada brisa
del mar. Y gracias a una proyección onírica de mi jardinero artesano atormentador, mi
suplicio se complementa con mi encierro dentro de esta copa de coñac.
Saxon, el gato, descansa bajo el rayo de sol que entra
por la ventana, tratando de apaciguar el hambre. Sabe que hoy es el día
que Violeta trae de esa deliciosa barbacoa que le encanta. Escucha venir a su
ama, y en el momento en que la puerta del departamento se abre, salta por entre los
muebles y no se percata de mi presencia.
Por fin termina mi martirio. Disfruto mi caida.
Me libero por fin de esta vida de sufrimiento.
Estúpida esperanza, y maldito destino que ahora me hace vivir todo desparpajado en un bote de plástico de yogurt.
¿Cuándo acabará esto?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario