viernes, octubre 15, 2021

Las Apariciones de la Anciana Acomedida


Esto sucedió en Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, hace como 20 años. Le sucedió a la hermana de la esposa de un amigo que hice en la universidad.

Todo comenzó cuando esta persona y su esposo compraron su primera casa justo después de casarse: era su "nidito de amor". A las pocas semanas de comprarla, la chica (que he olvidado su nombre), algunos minutos después de que su marido saliera al trabajo y mientras tendía la cama, escuchó como si alguien estuviera barriendo afuera de la casa. Se asomó por la ventana de la alcoba principal, situada en el segundo piso, y se asustó al ver que había una viejita con un vestido azul barriendo su cochera. El susto se le bajó un poco cuando observó que la viejita tenía una sonrisa apacible y que, aunque barría con cansancio, lo hacía con dedicación. La cochera de la casa básicamente era una extensión de la banqueta, con algunos parches de pasto que aún estaba creciendo, así es que pensó que se trataba de alguna vecina que le estaba haciendo el favor. Bajó a saludarla, presentarse y agradecerle por el gentil gesto, pero al abrir la puerta de la calle, la viejita había desaparecido. Esto la volvió a asustar, según lo que me contó mi amigo.

Unos días después, su hermana salió corriendo de la casa, gritando del susto, al encontrarse a la misma anciana limpiando la mesa de la cocina. Pensó que era un fantasma. Las vecinas alarmadas salieron a calmarla y ver que pasaba. Juntas, se armaron de valor para entrar a la casa y averiguar que estaba sucediendo: no encontraron a nadie. Después de tranquilizarse, algunas vecinas le platicaron que en esa casa vivían dos señores ya grandes y que se acuerdan muy bien que el señor se murió hace algunos años y que la señora vivía sola ahí, hasta que un día se enfermó y sus hijos la llevaron al hospital y ya nunca regresó. Le contaron también que al poco tiempo los hijos pusieron la casa en venta a través de una agencia y supusieron que la viejita se había muerto. Una vecina incluso aseguró que se había muerto de tristeza, por estar sola, aunque otras dijeron que era una señora muy amable, que casi no se juntaba con los vecinos, pero que nunca se metió con nadie. No faltó la vecina que dijo que cuando estaban sacando las cosas de la viejita para ponerlas en un camión fletero vieron algunas cosas raras y una tabla que parecía como "güija".

La señora se siguió apareciendo. No siempre llevaba el vestido azul, a veces traía un camisón de franela a cuadros rojos, o un vestido floreado. Después de varios meses inclusive el marido la había visto. Comenzó a volverse costumbre. Un día, decidieron que si la volvían a ver, intentarían platicar con ella.

Un domingo por la mañana, al regresar del mercado, la vieron parada en el jardín de atrás de la casa, de pie, con las manos en las caderas, observando con una sonrisa casi angelical las flores de las gardenias que estaban empezando a brotar. La pareja se armó de valor y salieron despacio y con mucho miedo, se presentaron y la señora también se presentó, les dijo su nombre y ellos le preguntaron qué estaba haciendo. Ella les contestó que estaba oliendo las flores de las matas que ella había plantado hace mucho tiempo, y que esta había sido su casa, pero que sus hijos se la habían llevado a vivir a Tampico, que extrañaba mucho su casa y siempre soñaba que la limpiaba, barría y venía a cuidar sus plantitas. En eso, la señora dijo que le hablaban y desapareció frente a sus ojos.

La hermana de mi amigo y su esposo inmediatamente se pusieron en contacto con la agencia inmobiliaria, consiguieron los datos de la familia de los anteriores dueños y les hablaron por teléfono: en efecto, la señora seguía viva.

Mi amigo me contó que al parecer, unos meses después, se pusieron de acuerdo para que la señora fuera a visitar su antigua casa y que su hermana se hizo muy amiga de la viejita, pero ya nos pusimos a platicar de otra cosa y no supe bien que pasó después.

jueves, septiembre 09, 2021

Literatura de Ficción: De la Nigromancia al arte de Pescar

Todas las artes están subordinadas a las convenciones propias de las vicisitudes de sus procesos creativos: La escritura no es la excepción; sin embargo, el arte de escribir ─en especial el género de ficción─ se toma libertades creativas diferentes a todas las demás artes, en un nivel de disimilitud tan alto que tiene por consecuencia provocar que, dentro de las pastas de un libro, el autor se convierta en un soberano y nosotros, los lectores, sus obedientes súbditos. Esto da lugar a un rango de personalidades de escritores que pueden variar desde un rey complaciente y generoso, hasta una tirana conquistadora al mando de ejércitos de leales vasallos.

¿Qué son estas convenciones propias de cada arte? Esto puede ser fácilmente ejemplificado con el trabajo bien conocido de Miguel Ángel Buonarroti que, si bien se vanagloriaba que su oficio consistía simplemente en liberar las esculturas atrapadas en un bloque de mármol de Carrara, su acción redentora le procuraba esclavizarse por meses en la ardua labor de cincelar, tallar y pulir su obra. Lo mismo aplica al ejemplo de la capilla Sixtina, que le cobró años de su vida acostado sobre un andamio a treinta metros de altura, empapado literalmente en pintura y yeso. La genialidad de una obra de arte no se queda en la idea y el concepto, requiere imprescindiblemente del artificio, técnica, experiencia y ardua labor del artista para llevar esa construcción mental a la realidad.

Para el escritor de ficción, estas convenciones van más allá del uso del lenguaje o estructuras literarias, del tema, la historia o inclusive la trama, incluso por delante de sus destrezas en el teclado o máquina de escribir. La verdadera habilidad de un escritor es la de convertirse en un nigromante, un conjurador de entidades que habitan en realidades alternas totalmente desconocidas para él, pero con las que siente una conexión y una necesidad de comunicarles que en este plano existencial habita una mente similar; el escritor mismo. Otro acercamiento a esta habilidad es la de un pescador de caña, que arroja su anzuelo en un lago de profundidad desconocida y visibilidad limitada y que, dependiendo del tamaño, forma y olor de la carnada, tiene ciertas expectativas de la clase de presa que puede atraer, pero que al final sólo está ahí, con la mitad de las piernas hundidas en el fango, por el mero y contradictorio placer de esperar que algo surja de las profundidades sin ninguna expectativa de que realmente pase. De hecho, esta analogía me recuerda una forma de pesca llamada trout tickling (cosquilleo de truchas) mencionada en la Doceava Noche de Shakespeare, que consiste en “sobarle o hacerle cosquillitas en la pancita a una trucha con los dedos. Si se hace de la manera apropiada, la trucha entrará en trance después de un minuto o más y puede ser lanzada al punto más cercano de…” y que me parece la manera más divertida y exacta de describir a un escritor de ficción, que trata de seducir al lector con pequeños detalles que lo hacen sentir bien (o mal, Comedia vs. Tragedia), olvidarse del mundo, hipnotizarlo, y después el escritor puede hacer con el lo que le plazca.

En la secundaria, la maestra de español hizo a mis padres malgastar su dinero en comprarnos un libro con un título espantoso y embustero: “El Galano Arte de Leer”. Leer no tiene absolutamente nada de galanura ni de buen gusto, es como asegurar que la trucha es elegante y gallarda por dejarse engañar por carnada o unos dedos picarones. La producción del ingenio de la seducción siempre estará a cargo del escritor.

Regresemos al creador literario como hechicero oscuro de entidades de otros planos; si bien pudiéramos desviarnos y enfocarnos en los conjuros para evocar los personajes de una obra o en la de establecer una conexión con los lectores, prefiero enfocarme en la capacidad de obtener ayudantes infernales que le ayuden tanto en las labores menos placenteras del galano arte de escribir como en empezar el proceso de invasión y conquista propios del tirano-autor rex.

Rafael Sanzio y Peter Paul Rubens son al arte de la pintura lo que autores como Michael Crichton (a propósito de tiranos rex) e Ian Fleming son para el arte de la escritura de ficción: empleadores de artistas anónimos que implementaron las ideas y siguieron las ideas y los cánones de trabajo del autor principal. Este estilo de ejecución artística se remonta a los gremios del bajo medievo, que empezaron a decaer gracias a los mecenas del renacimiento que subvencionaron la carrera de artistas con la talla de genios, que a su vez retomaron la idea general del gremio pero bajo una única firma de autoría (el arte medieval se caracterizaba por ser puramente eclesiástico y, bajo el principio de humildad, las obras raramente se atribuían a un autor). Rafael y Rubens, cada uno en su época, competían con otros artistas para obtener el mayor número de contratos de patronos no solo del ámbito de la nobleza, pero también de la creciente burguesía, y fue así que prefirieron contratar y formar estudiantes de sus técnicas de creación para que ejecutaran sus obras mientras ellos invirtieran ese tiempo extra de no “tallar piedra”, asistiendo a fiestas y convivios en palacios y casas nobles para asegurar más encargos.  En contraste tenemos a Caravaggio, quien pintaba de manera individual, y aunque su obra fue vastísima, su constante exposición a pinturas basadas en plomo terminó por provocarle un deterioro mental que lo llevó a la muerte justo en la cúspide de su carrera.  De igual manera Crichton y Fleming se comprometieron comercialmente a tantos proyectos que tuvieron que evocar los servicios de ghostwriters (escritores fantasmas) para cumplir con sus contratos, y algunos, como Robert Ludlum (Bourne Identity), que pudieron evocarse a si mismos desde ultratumba para seguir escribiendo secuelas de sus novelas. Después de todo “la única diferencia entre el autor y el ghostwriter es la misma que entre la madre y la partera”.

Aunque el arte de auto-evocarse en múltiples ejecutores de la idea propia, como hemos redactado, no es señera del arte de la escritura per se, si se transforma en único cuando destacamos la habilidad del autor en mantener bajo su control al lector desde los inicios de su obra literaria. Ese mismo control que ningún pintor, compositor, periodista, biógrafo, historiador o dramaturgo podrá tener directamente sobre la psique de su público: la desfachatez de cambiar a voluntad el pasado, presente y futuro, de causar congoja o felicidad al matar o darle otra oportunidad a un personaje; del llevar al extremo la experiencia humana en un cambio caprichoso de humor ocurrido entre un párrafo y otro.

domingo, septiembre 05, 2021

Let It Go

Rodeada de animales de peluche, muñecas barbie y otros cientos de juguetes para niñas sentados en los estantes y regados por la habitación de paredes rosas, se encontraba Juana, no “Juanita”, ya que odiaba ser referida por ese nombre que para su gusto era abominable y corriente.

Hoy tocaba el día de la fiesta de té con el jet-set de sus juguetes, que esta semana figuraban en la lista de invitados a la barbie premio nobel, Teela la mujer de armas, los tres unicornios pinxies y la recién adquirida polly-pocket flamingo, que aún conservaba su aroma a juguete nuevo. La conversación pronto volvió al tema favorito de la sesión semanal: Arela.

─¡Ay, si! Con sus hijos lelos que van a escuelas caras ─dijo con sorna uno de los unicornios.

─¡Uy! Y el maridito que va todos los días al gimnasio, de seguro va a ligar con chicas de veinte años. ─comentó con envidia la barbie de traje negro y medalla de plástico dorada.

─¡Es suficiente! ─pronunció con autoridad Juana. ─Esa atenida no merece que le dediquemos tiempo en nuestra importante reunión, tenemos otros asuntos que discutir, como los méritos de cada uno de ustedes para seguir en esta mesa la semana que viene. ─Dijo, mientras volteaba a ver el cuerpo desnudo y desmembrado de la mujer maravilla, que, de entre las sombras del rincón más oscuro de la habitación, se alcanzaba a percibir; a lo que los comensales abrieron sus ojos con miedo y luego comenzaron a verse mutuamente, tratando de identificar defectos que pudieran remarcar.

Al terminarse el té y concluyendo cada uno de los juguetes su exposición de las debilidades de sus rivales, Juana dio permiso de dar por terminada la reunión, salió de la habitación rosada, la cerró bajo llave y se dirigió al cuarto de mamá, que se encontraba aún en la cama, leyendo.

─Mamá, tenemos que hablar ─habló con el tono infantil de una niña mimada que quiere decir algo serio.

Juana se subió a la cama, retiró el libro que mamá tenía en las manos y se acurrucó junto a ella.

─Sabes bien que estos momentos son los únicos que tengo para relajarme ─dijo mamá en un tono combinado entre negociación con una menor y reproche.

Juana respondió con una mirada tierna a modo de puchero.

─Está bien, está bien, ¿qué juguete quieres ahora? ─Se rindió mamá ante aquellos ojos tiernos.

─El Lego de Frozen II, ¡obvio! Pero no es eso de lo que quiero hablar.

─Oh, vaya. Para variar ¿qué se te metió esta vez en esa cabecita? ─replicó mamá, sospechando hacia donde se dirigiría la conversación.

─Lo único que debería importarte: destruir la vida de Arela para que podamos al fin ser felices.

─Ya hemos discutido esto antes. Para ti es muy fácil que yo haga todo y al final tu bien simple, te vas y te encierras en tu cuarto, y la que tiene que enfrentar las consecuencias soy yo.

─Esta vez tengo un plan con el que no tendrás que volver preocuparte de nada de eso, escucha.

Y Juana tuvo toda la atención de mamá por el resto de la mañana.

Con dificultad, Arela trataba de remover el hacha atorada en el del cráneo de su esposo, al tiempo que la puerta de la casa salía volando por los aires propulsada por la fuerza del ariete de la policía. Pronto se vio rodeada de gendarmes que apuntaban sus armas hacia ella, gritándole que soltara todo, pusiera las manos en la nuca y se tirara de rodillas. Al darse cuenta del charco de sangre a su alrededor, el cuerpo de su marido sin cabeza y los miembros de sus dos hijos adolescentes regados por toda la sala, Arela comenzó a llorar en un ataque de pánico, como si hubiera acabado de despertar de un trance, y gimoteó en un susurro apenas audible que se elevó gradualmente de tono hasta convertirse en gritos de histeria y horror.

─¡Yo no los maté, se los juro, yo no lo hice... mis bebés!

Tras un breve y contundente dolor, todo se volvió oscuridad después del macanazo que un agente descargó sobre su cabeza. 

El tema de conversación de esta semana en la fiesta de té fue el habitual.

─¡Ugh, si! Luis, el menor, siempre con la tapa del escusado abajo cuando meaba, toda llena de orines, ¡guácala! ─chismorreó Teela.

─Y ni hablar del mayorcito, con sus calcetines crujientes escondidos, según él, debajo del colchón, al lado de sus revistas pornográficas ─acusó Elsa, del Lego de Frozen II, la nueva del club, que al terminar su aportación causó que más de uno de los juguetes ahí sentados voltearan a ver por el rabillo del ojo los restos del unicornio dorado esparcidos por el usual rincón─. No se perdió nada con la muerte de esos dos.

─Pero no debemos pasar por alto al difunto esposito ─interrumpió Juana─ siempre con sus demandas: que si la camisa almidonada y planchada, que si las corbatas tenían que estar en rollo y no colgadas que se les marca el ganchillo, que si el café con leche de almendras que porque la lactosa y, encima de todo eso, tener que soportarlo sobre ella todas las noches, con aquel pene doblado con prepucio que dan ganas de vomitar… pero bueno, no tendremos que preocuparnos de ese tema nunca más, nada podrá volver a interferir con mi felicidad y la de mamá.

Dicho esto, dio por concluida la reunión disculpándose por tener otros asuntos más importantes y posponiendo el debate sucesorio hasta una fecha no determinada. Puso cerrojo a la puerta de la habitación rosa como era costumbre y se dirigió a visitar a mamá. 

Juana tarareó su melodía favorita de Frozen mientras se acurrucaba con mamá. Mamá tenía los ojos a medio cerrar, su respiración se volvió algo violenta cuando un enfermero le puso una inyección en el brazo, pero a los pocos segundos se tranquilizó y unió sus párpados. Esta vez, Juana no tuvo que retirarle su lectura para hablar con ella porque sus brazos y piernas estaban bien amarrados a los barrotes de la camilla, así es que disponía de toda su atención. El enfermero dio un vistazo al diagnóstico psiquiátrico y su mueca de indiferencia se transformó en una sonrisa irónica.

─Bonita canción la que cantas, Arela. Nunca había estado con tres al mismo tiempo ─susurró el enfermero dirigiéndose a la puerta del confinamiento en solitario, la cerró con llave desde adentro, obstruyó la mirilla con un trapo y empezó aflojarse el cinturón─, esto será divertido.

jueves, septiembre 02, 2021

Lazo Sagrado

Arnau y Emma Velis se casaron el sábado 7 de agosto de 1999 y tuvieron su luna de miel en una cabaña en el campo que un pariente les consiguió. Desde entonces, la familia Velis tiene la costumbre de rentar una semana el mismo tipo de casa en un lugar diferente, año tras año, alrededor de las mismas fechas de su aniversario, que coincide perfectamente con las vacaciones de sus hijos; cada uno concebido en dos de esos tradicionales retiros: Jordi en el año 2005 y Arantza en el 2007. Al menos, esa es la historia que Emma suele repetir a sus conocidos.

Sábado, 7 de agosto de 2021

Jordi salió por la puerta trasera de cristal corredizo del chalé en Canyon River, cerca de San Antonio, Texas, y regresó después de un breve paseo por el circuito que llevaba hasta la casa club. De regreso, el lugar parecía distinto al que llegó con su familia un par de horas atrás. La angustia de haber entrado al chalé equivocado se aligeró al escuchar la voz de sus padres, apagada en la distancia de un segundo piso que no recordaba.

Miércoles, 7 de agosto de 2005

Los pasos amortiguados por un grueso alfombrado llevaron a Jordi con sigilo a la habitación desde donde las voces de sus padres se volvían más nítidas conforme se acercaba. Los murmullos de sus padres pronto se convirtieron cánticos en un lenguaje desconocido. Lo que observó desde el perfil de la puerta le hizo llevarse las manos a la boca para no gritar: Emma, tumbada desnuda sobre el piso rodeada de velas y Arnau, desnudo apenas cubierto por una capa de seda negra, agachado, trazando símbolos con sus dedos mojados en alguna tinta sobre los cuerpos de ambos. Jordi, a punto de salir corriendo a buscar a su hermana, se percató de que sus padres se veían más jóvenes: Arnau sin el gris en las patillas que recientemente había empezado a teñir y Emma con su cabello largo y rubio ─no corto y rojizo como lo usaba ese año─. En esa renovada juventud creyó percibir algo en sus padres que no había notado antes: una semejanza entre ellos oculta bajo el parecido que les habían heredado a él y Arantza. En medio de ese pensamiento, una tercera voz se dejó escuchar, oscura y profunda, desde un rincón de la habitación que escapaba a la mirada voyerista de Jordi, la cual ambos cónyuges escucharon y obedecieron. Jordi empezó a sentir adrenalina correr por dentro de su cuerpo y se apoderó de él una sensación entre miedo y estimulación sexual, idéntica a los sueños recurrentes en los que tenía sexo con su madre. La voz oscura ordenó de nuevo y el acto de sus padres se volvió instintivo y animal; de mutuo flagelo y estrangulamiento. Jordi solo se percató de su erección al perderla, cuando su excitación se transformó en asco. Corrió escaleras abajo, necesitaba aire. Buscó la puerta corrediza, pero al no encontrarla, una sencilla portezuela de madera fue su escapatoria hacia la frescura de la noche. Trastabillando entre las raíces de los árboles, y, al tratar de encontrar el camino a la casa club, topó con un muelle a la orilla de un lago y alumbrado con farolas: una imagen inesperada que le parecía vagamente familiar.

Sábado, 7 de agosto de 2010

Sueño vívido o, más bien, una pesadilla: esa era la única explicación que Jordi formulaba una y otra vez en su mente para tratar de mantener la cordura. Desde el muelle, una casa detrás de los árboles con muchas luces encendidas, rodeada de autos de lujo, se revelaba ante sus ojos. Al escabullirse por entre los coches con matrículas alemanas se dio cuenta de que ya no estaba en Texas. Los enormes ventanales de la residencia le permitieron observar, en el anonimato de la noche, lo que en su interior ocurría. Varias parejas vistiendo sotanas de seda roja tan delgadas que transparentaba su desnudez, comían y bebían en medio de risas y algarabía, hasta que Emma sonó una campanilla y todos guardaron silencio. Del fondo de la morada llegaron dos mujeres con dos niños pequeños en atavíos nupciales. Jordi sabía que eran él y su hermana, y no pudo evitar notar que ambos se encontraban en un estado de trance. Los infantes fueron sentados frente a los presentes en unas sillitas junto a la chimenea y de nuevo Emma hizo tintinear la campanita. Las sotanas rojas cayeron al suelo y la reunión se transformó en una orgía. Al culminar los apetitos sexuales de la mayoría de los comensales, Emma tocó la campana por tercera ocasión. Emma y Arnau, de rodillas, hundieron una daga en sus brazos y ungieron en sangre a sus hijos. Arantza niña, tomó la manos ensangrentadas de Jordi niño, sus padres los besaron en la cabeza con ternura, y así, abrazados, los miembros de familia Velis miraron a través de la espesura de la noche directamente a los ojos horrorizados de Jordi, que acto seguido se desvaneció.

Domingo, 8 de agosto de 2021

El aroma dulzón de tocino a la sartén causó un espasmo en el estómago hambriento de Jordi, haciéndolo abrir los ojos, primero lentamente y luego de manera intempestiva: todo había sido una pesadilla. Escuchó a su madre llamando a la familia a desayunar, y tras un duchazo rápido, se unió a la mesa mirando con algo de rubor a sus padres después de haber tenido aquellos terribles sueños.

Sábado, 6 de agosto de 2022

Ese año tocó el turno de una cabaña en la sierra madre oriental mexicana, en un lugar llamado Monterreal. Arantza había terminado la relación con su novio justo antes del viaje, pero no se le veía triste, al contrario, Jordi no la recordaba tan jovial desde antes de la adolescencia. Greta, la pareja de Jordi, los acompañaba. El corto traslado les dio tiempo de recorrer el resort y convivir en familia. De regreso, encendieron la chimenea, bebieron vino y charlaron hasta que Jordi se retiró cansado y mareado a su habitación.

Martes, 13 de septiembre de 2028

Jordi camina por un parque en un día soleado, el pasto es verde y los árboles frondosos aún conservan su follaje verde. Las patas de gallo revelan la entrada del otoño. A unas decenas de metros, en un área infantil, distingue a Arantza entre las otras mamás, embarazada, dándole vuelo a un niño en el columpio. Se llena de felicidad cuando el rostro de Arantza se ilumina al darse cuenta que ha llegado. Observa sus labios moverse y dirigirse hacia el niño, quien se baja de un brinco y empieza a correr hacia él. En ese instante, el sol se vuelve tan brillante que lo deslumbra; percibe al niño gritarle algo, pero la luz cegadora consume sus palabras, los sonidos, las imágenes… todo desaparece. 

Domingo, 7 de agosto de 2022

En medio de la madrugada, a Jordi lo despertó el jadeo y el vaivén de Greta sobre su pene. El dolor de cabeza apenas le permitía disfrutar el retozar de su novia. La luz de la luna que entraba por la ventana se reflejaba plateada y monocromática en los pechos y la figura contorneada de Greta. Jordi trató de acariciar sus largos cabellos, sabía que eso le excitaba, pero no pudo o no supo alcanzarlos. Sintiéndose húmedo se pasó la mano por la frente para limpiarse, pero el sudor manchó en los senos de Greta la huella de sus dedos: todo lo que tocaba lo hacía. Pronto se dio cuenta que toda la cama estaba empapada de aquel tinte, y al seguir dando palmos descubrió a alguien de pelo largo, oscuro y lacio acostado junto a él. “Tranquilo hermano, ella no comprendió lo trascendental que eres” habló Aranza. Al percatarse que era ella y no Greta la que le hacía el amor, trató de empujarla, pero su padre y su madre estaban ahí, agazapados en la oscuridad, y con presteza sujetaron y esposaron sus muñecas a la cabecera de la cama, al tiempo que una fuerza inmensa de unas manos hirvientes aseguró sus tobillos. Una silueta encapuchada se alzó por detrás de Arantza quien, con un chasquido de dedos, hizo encender cinco sirios negros alrededor de la cama. Jordi intentó gritar al descubrir a su lado a Greta con la cabeza casi cercenada, pero, amordazado por su padre, sólo logró rasgar sus cuerdas vocales en medio de desesperados gemidos guturales, con los ojos enrojecidos, llenos de lágrimas de terror y desesperación. Con una voz tierna y maternal Emma le dijo a su marido “Mira, Arnau, justo como te pusiste en nuestra primera noche. Todo se repite”. Arnau agregó, con voz de padre apoyando a su hijo “Vamos Jordi, termina, tu hermana está ovulando y la luna está en posición”. La figura oscura habló con la misma voz que Jordi escuchó en el fondo de la habitación de sus padres años atrás, en aquella que pensaba había sido sólo una pesadilla “Dimo cameron forzi metosite brumos idumaso elibiza alfrois fuventroti”. A lo que Arantza y sus padres agregaron “Perpetúa en nuestro linaje la encarnación de Adán y Lilith, hasta la llegada de la luz eterna del conocimiento verdadero”. Emma y Arnau empezaron a fornicar sobre el cadáver de Greta y momentos después Jordi, por fin, eyaculó.

sábado, agosto 21, 2021

Veinticinco

 Una luz, una mesa y un vaso de agua.

Entonces, ¿no siente remordimientos por lo que hizo?

Claro, como lo sentiría cualquier persona normal. ¿Me da otro cigarrillo?

¿Cree que lo que usted hizo es normal?

No, bueno…

¿Bueno?

¡Ay! Y usted, ¿Qué hubiera hecho?

 

Un sofá, una tele, una mesita de centro y una alfombra de rombos rojos.

Chantino, eres una plasta de sofá ¿te lo han dicho? No haces nada en todo el día.

¡Ay, mamá! No empieces, me acabo de sentar.

¿Ahora así nos llevamos? “Ni impiicis”

¡Ash, cómo eres! Ándale, siéntate, vamos a ver la serie.

Bueno, pero dame un masaje en los hombros que estoy super tensa.

¡Todo quieres! Ya consíguete un güey bien acá que te haga de todo, ya te hace falta.

¡Grosero! Ven acá para darte un sopapo, mi muchachote.

 

Una caja registradora, una vitrina, dos coca-colas tamaño familiar.

Doña Sara, ¿Va a llevar algo más? ¿Sus cigarros?

No, Don Rubén, nomás con las dos cocas.

Qué bueno que lo intente de nuevo.

¡Ya sé! Y esta vez va con intención. Se lo cambié a Chanti por que empiece a trabajar.

¡Ese muchacho! Pues de hecho el señor Matis, el de la esquina naranja, el que se acaba de cambiar, me dijo que estaba buscando un muchacho para que le ayude a organizar su colección de revistas que todavía tiene en cajas.

¡Ah! ¿Don Julián? Pues mi hijo tiene un montón de comics en bolsitas, creo que eso si podría hacer. Se lo voy a mandar.


Una mesa, una estufa, dos platos con huevo revuelto, un bote de leche.

¡Buenos días!

mmm

¿Estás bien?

mmm

”mmm” ¿Qué?

Nada.

La adolescencia ataca de nuevo. ¿Vas a ir ahorita con Don Julián?

No

Chantino, ¡teníamos un trato!

¡No me importa, no quiero regresar ahí nunca más!

Pero, Chianti, querido, no te vayas… tu huevo…

 

Un escritorio con una computadora, una silla giratoria, un cenicero vacío

Sara1979

@Saritabonits1

Contraseña no reconocida

@Saritabonita1

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“Julián Matis” 

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Una casa color naranja, una puerta cerrada, un interruptor de timbre eléctrico.

Hola, ¿Don Julián? Soy Sara, la mamá de Santiago.

Mucho gusto, ¿en qué puedo ayudarle?

Sé quién es usted en realidad.

No sé a qué se refiere. ¿Qué le dijo Santi?

Santiago, se llama Santiago.

¿Y bien?

¡Tiene que confesar sus crímenes!

Por favor, pase, vamos a hablar.

 


Un parque, una bicicleta en el piso, una banca, varias palomas.

Mamá, ¿por qué fumas tanto?

No lo sé Chanti, por los nervios, supongo.

¿Qué son los nervios?

Cosas de adultos, miji.

¿Son las cosas que tu y papá hablaban en el hospital antes de que se fuera?

Algo así… si, algo así.

Yo no quiero saber de cosas de adultos. Tus cigarros huelen muy feo.

Lo sé Chianti. Un día dejaré de hacerlo.

¿Lo harás por papá?

No Chianti, lo haré por ti.

 

Una sala de muebles descoloridos, una televisión vieja, muchas cajas llenas de revistas en el piso.

Siéntese, ¿le ofrezco algo de tomar?

¡Don Julián! Si usted no se entrega, yo lo voy a denunciar.

Ahora veo de dónde sacó Santiaguito lo guapo. Es usted muy atractiva Doña Sarita.

¡Esto tiene que parar! Tiene que confesar lo que le hizo a mi Chianti, y quien sabe a cuantos más.

¿Por qué no nos ponemos cómodos?

¡Aléjese!

 

De nuevo una luz, una mesa y un vaso de agua.

No estamos aquí por lo que yo hubiera hecho Doña Sara, estamos aquí por usted.

¿Y qué hay de lo que le hizo a mi hijo?

De eso ya no lo podemos enjuiciar después de lo que usted hizo. Pero si usted me lo pregunta, lo tenía más que merecido. De cierta manera mis colegas, yo incluido, le reconocemos eso, señora.

¿Y que va a pasar conmigo?, ¿y con Chianti?

Eso lo va a decidir el señor juez, pero no se preocupe, en estos casos el sistema se porta muy benevolente, no creo que le den muchos años.

¿Años?

Señora, una acuchillada es defensa propia, pero ¿veinticinco?

domingo, agosto 08, 2021

Limones Amarillos en el Jardín

Empiezo a acostumbrarme a estar mal conmigo mismo desde que tu ausencia se hizo presente. Me encojo de hombros y me lleno la cabeza de constelaciones que nos inventamos juntos en las noches de vino y telescopio. 

─Haz todo lo que ella te diga o lo vas a lamentar. Así son las embarazadas─ fue el consejo que me dio un amigo y que mantuve en mi mente todo el tiempo, menos cuando debía. Fue siempre mi idea darte todo el espacio posible y nunca discutirte, pero la casa seguía igual que siempre; era nuestra casa de pareja y no tenía ninguna señal de estar esperando nuestro bebé. Las sugerencias de comprar ropita o biberones siempre fueron denegadas y el asunto de planear los viajes de nuestras familias para venir a ayudarnos se convirtió en tabú.

Me tiro en el jardín a ver las nubes y pronto me concentro en las abejas polinizando el citrón que sembramos hace doce años, aquel que tu abuelita tundió de escobazos diciéndole que lo iba a cortar si no empezaba a dar y que el mismo verano entregó aromáticos jazmines y ya en diciembre dejaba caer al suelo jugosos limones amarillos.

Al fin, una mañana dos semanas antes de la fecha tentativa de parto, la fuente se rompió mientras te ayudaba a levantarte para ir al baño. Le mandé inmediatamente un texto a la partera y seguí las hojas con instrucciones que listaba equipo que no había visto por la casa, pero de lo que claramente me acordaba era haberte comentado ─tres meses atrás─ que procuraras todo lo que ahí decía. Al indagar sobre la localización de las cosas mi estado pasó de emoción por lo que se avecinaba, a horror por todo lo que tenía que reunir y preparar en un lapso de dos horas.

 Una tonada lejana, con cotes electrónicos de bocina mal bobinada en la radio de algún vecino, quirúrgicamente extrae de mi parietal derecho el otoño que pusimos una sartén de peltre para procurarnos la miel que de vez en cuando escurría de entre el tejado de la cochera.

Lo primero que me dijiste fue ─sube la temperatura del calentador─, a lo que respondí con una aserción labial, tratando de organizar mi mente con prioridades como prender el horno para desinfectar las cosas que se iban a utilizar durante el parto y conectar el tubo a la regadera para poder llenar la alberquita en la que el bebé nacería bajo el agua.

Las nubes que destierran el carruaje de apolo de la bóveda del recuerdo de tus besos se desploman sobre el socavón de mis sentimientos desterrados, llenándome de una neblina que quirúrgicamente devana mi cerebro en imágenes de melodías en francés donde tu y yo desnudos bebemos champagne en la bañera y nos acariciamos mutuamente con los pies.

Reconozco que lo de no saber el sexo del bebé hasta el momento de nacer fue algo que yo propuse y que los dos estuvimos de acuerdo: qué difícil fue encontrar ropa de colores o motivos neutros ─la ropa amarilla para bebé no es tan común como hubiera imaginado─. Justo estaba divagando en eso cuando volviste a recordarme lo de subirle la temperatura al boiler, a lo que volví a contestarte afirmativamente, pero de manera más gutural, denotando algo de impaciencia.

Alégrate corazón, espero que al menos tu puedas. Mi alma esta llena de plagios cibernéticos de letras que ayuden a entender nuestras sonrisas y besos en las fotos de los parques y de los cerros, encerrados entre paréntesis en la ecuación constante de nuestros reproches y regaños.

Entonces empezaron a invadir mi mente los meses de procrastinación, la falta de ropa, de biberones, sólo había un paquete de pañales de recién nacido que alguien del trabajo me regaló, la cuna estaba sin armar, tus papás ni siquiera habían comprado los boletos de avión. Nuestros “amigos” no contestaban los mensajes, el cuarto del bebé sin arreglar y sin decorar, nada de comida para el bebé: Todo esto empezó a subirse a mi cabeza, a mezclarse con todo lo que estaba en la lista, y entonces me repetiste ahora con enojo ─por favor, ve y súbele la temperatura al calentador─ y dejé de ser yo mismo. Cuando recapacité sólo pude ver lágrimas en tus ojos y una expresión de terror. Tuve una sensación de culpa como no había sentido antes, no quería ser yo ni quería que nadie estuviera en mi lugar. Jamás pensé que hubiera podido gritarte, y muchísimo menos en este momento y en esta condición. Debí abrazarte y pedirte perdón, pero me salí inmediatamente al sótano a arreglar lo del agua.

El amor es demasiado valioso, aunque sea sentirlo por tan solo un segundo, pero la vida sin muerte es simplemente imposible. Me doy cuenta de que todo sucumbía entre nos desde hacía años y de que todo el tiempo ni las canciones del mundo tenían manera de curarlo.

Mientras el agua caliente de la bañera de parto se derramaba roja sobre la alfombra, lloraste y besaste a nuestro bebé con una sonrisa que se quedó eterna en tu rostro cuando te desvaneciste en mis brazos ante la incapacidad de la partera de contener tu hemorragia antes de que llegara la ambulancia.

Esta mañana la radio me cura y me hace alucinar los limones caer sobre las faldas de la abuela, que en seguida va y los ofrenda a los reyes y reinas del panal que jamás pudimos ver.

Tentaciones

La ciudad se va cubriendo de negro mientras me dirijo al viejo barrio de Ximending. La noche pinta bien en este distrito donde los cines, las compras, los puestos de bocadillos, los bares y funciones de arte callejeras crean un ambiente de lozanía en que los jóvenes dan rienda suelta al júbilo del fin de semana.

Al arribar a la estación, una avalancha de humanidad me arrastra hasta las escaleras eléctricas que llevan al nivel de la calle. Conozco bien este lugar y mis pasos logran desviarse de la estampida hacia un callejón semicircular lleno de bares dispuestos uno a continuación del otro.

Haydee me espera justo afuera del bar. Todavía no me acostumbro a su despampanante belleza, a sus largas piernas torneadas, encasquilladas en esos shorts blancos apretados. Sus enormes ojos casi equinos tienen esa peculiaridad de atravesarme el alma con una mirada. Le planto un beso en la mejilla y disfruto enormemente sentir sus labios carnosos hacerme lo mismo. Nos vemos fijamente por unos instantes, sabemos que nos gustamos y que algo podría darse en cualquier momento.

Ella desvía su mirada a su celular, y tras unos dedazos me dice: ─Mis amigos están por llegar.

─¿Cuántos vienen? ─Pregunto.

─Como seis. Te van a caer muy bien. ─Me contesta, como tratando de darme ánimos, y su respuesta me causa humor; de hecho, prefiero que haya más personas alrededor esta noche, al menos por unas horas. Me provoca cierta desazón la diferencia de edades y ciertas necesidades económicas que hasta el momento le he ayudado a solventar, pero no quiero descartar el efecto y las consecuencias que algunas rondas de tragos nos puedan traer a colación.

─Creo que lo mejor será que vayamos pidiendo lugar para cuando lleguen. ─Le aviso, al tiempo que me vuelvo y le hago la petición al mesero que ya se había apostado junto a la puerta desde que nos vio llegar, o al menos lo intento: los ojos desorbitados y actitud nerviosa me hacen entender en dos segundos que el tipo no habla pizca de inglés. Antes de poder reaccionar, siento la mano de Haydee tomar mi brazo, y observo como su fluido mandarín transforma la angustia del pobre sujeto en una sonrisa de alivio. Inmediatamente nos conduce hacia una mesa para diez.

Ella se sienta muy pegada junto a mí y empieza a jugar con mi mano.

─¿Y qué dicen tus líneas? ─Me pregunta, como continuación de una plática que dejamos dos días atrás cuando le hice una demostración de mis pobres intentos de quiromancia.

─Tienes buena memoria. ─Le respondo con una mueca de gracia mezclada con ironía. ─¿Ves esta línea que llega casi hasta la muñeca? Significa que voy a vivir muchísimo tiempo…

─¿Y en el amor? ─Rápidamente interrumpe.

─Ya no tengo más líneas que crucen la línea del amor, supongo que estaré solo el resto de mi vida.

Mi respuesta parece desconcertarla un poco, y como si estuviera predestinado, en ese preciso momento llegan sus amigos ─siete hombres─. Nos ponemos de pie para saludarlos y hacer las presentaciones. Entonces pasa algo chistoso: ella nos empieza a acomodar y me pone en medio de otros: un sujeto menudito de lentes y un gordito simpático entallado en una camisa semi desabotonada estilo hawaiano con su amplio pecho lampiño al descubierto. Ella se sienta del otro lado de la mesa.

Empezamos a pedir tragos, tequila en su mayoría, según ellos para honrar a sus dos anfitriones mexicanos. Después de un rato de risas y chistes en varios idiomas entremezclados, el gordo, que dijo llamarse Alan, deja caer su rechoncha mano sobre mi muslo derecho, diciéndome con un inglés japonizado y una sonrisa coqueta de ojos brillosos ─¡eres lindo! ─Más que ruborizarme, me causa ternura, y sin retirarlo le contesto en forma muy sincera ─¡Muchas gracias! Tú también. ¿A qué te dedicas?

─Soy representante de ventas de teléfonos inteligentes. ─Dijo, variando su tono coqueto a una postura galante y profesional.

─¡Qué interesante! Yo trabajé diseñando esa tecnología algunos años atrás. ─Contesto, desviando la conversación a terrenos profesionales. Así seguimos por un rato, sin olvidarme de intercambiar ocasionalmente miradas de complicidad con Haydee, como tratando de averiguarnos hasta dónde nos había ya desinhibido el alcohol, y es justo en medio de uno de esos encuentros visuales, que un leve apretón en mi pierna me recuerda que Alan nunca retiró su mano, y mi intempestivo desvío de la mirada hacia abajo de la superficie de vidrio la hace darse cuenta de tal demostración homosocial de afecto. La reacción de sorpresa de sus ojos entornados debajo de esas hermosas pestañas negras alargadas, dan lugar a una carcajada que nos deja a todos los comensales en un breve silencio, seguido del más delicioso contagio de alborozo colectivo que he disfrutado en décadas.

Horas después, por fin, ella se levanta y comienza a despedirse. Yo, tras una breve participación en el abucheo, también me levanto y hago lo mismo.

─Te vi subir muchas fotos a Instagram. ¿Me agregas? ─Insiste Alan.

─Claro que sí. ─Después de intercambiar cuentas, me abraza y susurra al oído ─Sabes que soy gay, ¿verdad?

─Lo intuí. ¿Tienes algún problema con que yo no lo sea? ─Respondo con voz suave e invitante.

─No, lindito. ─Contesta mientras nos separamos, mirándome con esa ternura que parece serle patente.

Adentrados en los ya vacíos callejones que una lluvia pasajera ha dejado resbalosos, nos tomamos del brazo para no caernos mientras nos dirigimos hacia una avenida más transitada.

─¿Por qué no te quedaste más rato? Al parecer hiciste un buen amiguito ─Me pregunta Haydee con un tono de sarcasmo, y tal vez una o dos gotas de celos.

─¿Ya olvidaste que te prometí acompañarte a casa? Está super solo. Además, eres la única en todo Taipéi que tiene que levantarse temprano en sábado para ir a dar clases de español.

─Tu siempre tan caballeroso y atento. Tal vez fue lo que le gustó de ti al gordito.

─¿Es lo que es atractivo de mí? ─No veo su reacción por estar pidiendo un Uber en mi celular.

En el trayecto empezamos a poner canciones en nuestros celulares. Vamos cantando como locos. El chofer nos ignora. Nos burlamos de los mensajes de coqueteo que Alan empieza a mandarme y nos alternamos para contestarle.

─Tienes tu pegue con los chicos, quien tuviera tanta suerte. ─Me dice con sorna y creando cierta distancia a la vez. Sé que nos acercamos a su casa.

─Sólo con chicos que ganan buen dinero, tal vez me saquen de trabajar. ─Lo digo con burla y mi respuesta le cambia el semblante.

Tras bajarnos del auto la acompaño hasta la puerta de su casa. Nos despedimos con un beso de amistad y me encamino hacia la calle principal a pedir otro Uber. Me quedo pensando si realmente quiero regresarme a dormir. Algo comienza a darme cierta curiosidad y decido tentar al destino: le envío un mensaje a Alan para saber dónde sigue la fiesta.

sábado, julio 17, 2021

La Corrupción de la Carne


Cuando se tira un trozo de carne al asador lo menos que se piensa es de dónde vino antes de ser tomado de un refrigerador del supermercado. Comúnmente lo que pasa por la mente es el precio y en ocasiones la calidad. Es muy cómodo limitar el nivel de consciencia en este aspecto y evitar cuestionarse: ¿cómo es posible criar tanto ganado para proveer de este producto a billones de personas?, ¿quiénes se llevan la mayor parte del dinero que se está pagando?, ¿cómo afecta directamente la biodiversidad y la generación de oxígeno en el planeta?

La crianza de ganado bovino es responsable por el ochenta por ciento de la deforestación mundial y es una pieza importante de lo que se conoce como “agronegocios”. En Brasil esta industria tiene una derrama económica que conforma la quinta parte del producto interno bruto (PIB) y a su vez es el mayor causante de la tala y quema ilegal de la selva del Amazonas, que es un ecosistema considerado el pulmón del mundo; no por el seis por ciento de oxígeno que libera a la atmósfera sino por la cantidad de nutrientes que crean el balance perfecto en el mayor generador de oxígeno del planeta: el océano.

La corporación brasileña de productos cárnicos JBS tiene ganancias brutas anuales por cuarenta y seis mil millones de dólares a nivel mundial, y el veinticuatro por ciento de estos ingresos provienen de sus negocios en Brasil[1]. Es importante recalcar que esta empresa es reconocida como una de las más corruptas en el mundo por su involucramiento en varios de los peores escándalos de esta índole registrados en la historia de la humanidad. En el último, su entonces CEO Juan Batista recibió inmunidad al incriminar a numerosos políticos brasileños (incluído un expresidente), revelando que repartió entre ellos ciento cincuenta millones de dólares en sobornos. A JBS sólo se le impusieron multas por tres mil y medio millones de dólares.

Las empresas pertenecientes a la familia Batista tienen fuertes vínculos con el actual presidente de Brasil: Jair Bolsonaro, que durante su controversial campaña prometió liberar “hasta el último milímetro del Amazonas” a los ganaderos y madereros, proporcionándoles libre acceso a áreas protegidas de la mayor reserva ecológica del planeta: ¡y cumplió! A su llegada al poder, una de sus primeras acciones fue subordinar la agencia encargada de la protección ambiental FUNAI al Ministerio de Agricultura, cuyos líderes están fuertemente vinculados a JBS. Desde entonces se han incrementado en un ciento cincuenta por ciento los ataques a organizaciones sociales comprometidas con la defensa de la selva y alrededor de mil quinientas personas[2] han sido asesinadas defendiendo sus tierras.

Pero la resistencia existe, y una de sus principales líderes es Sônia Guajajara, acreedora al premio de derechos humanos Letelier-Moffitt por su postura defensiva en contra de corporaciones poderosas y un gobierno opresor. La ex-candidata a la presidencia de Brasil por el Partido Socialismo y Libertad sostiene que “Bolsonaro es una amenaza para el planeta” e imputa como patrocinadores de su ascenso al poder a JBS y otras empresas transnacionales con intereses agroeconómicos, creando así consciencia de que la destrucción de la selva es responsabilidad internacional: “los que derriban árboles no sólo están afectando a nuestro país, sino a todo el mundo”.

Lamentablemente los esfuerzos proteccionistas de los indígenas del Amazonas son insuficientes: en 2021 Brasil anunció que la deforestación creció en un cuarenta y tres por ciento con respecto al año anterior y que en los primeros cuatro meses de ese año llegó a mil doscientos kilómetros cuadrados[3]; sin embargo, estos son los datos oficiales de un gobierno que públicamente ha proyectado una postura internacional en defensa del medio ambiente pero que es denunciado por organizaciones de activismo ecológico por fomentar subrepticiamente la toma de zonas protegidas tal como se prometió en campaña: “los países industrializados se han hecho ricos destruyendo sus bosques y ahora nos critican por aprovechar nuestros recursos y buscar nuestro propio enriquecimiento”.

Efectivamente, los agronegocios (que también incluyen la industria maderera) han reportado un auge importante durante la influencia de JBS sobre el gobierno, pero sólo una fracción mínima del enriquecimiento ha beneficiado a los pequeños y medianos productores locales, siendo los mayores beneficiados las grandes corporaciones. Las exportaciones de este sector han incrementado veinte por ciento anualmente desde el escándalo de 2017, inclusive después de que EUA prohibiera permanentemente en ese mismo año las importaciones de carne brasileña por su baja calidad e higiene[4]. Actualmente los principales importadores cárnicos son Hong Kong, China y Egipto. No es tampoco de sorprender que Rondȏnia, uno de los estados de Brasil con menor volumen de producción de ganado bovino, y situado dentro del área del Amazonas, haya reportado un crecimiento del sesenta y dos por ciento en el mes de Diciembre de 2019.

Teniendo en mente todos estos datos sería conveniente cuestionarse si el beneficio personal y la derrama económica tras la adquisición de un paquete de carne de res realmente valen la pena en comparación al impacto social y ecológico que conlleva, ya que la sangre contenida en ese envoltorio de plástico no sólo es del animal que se crio en el terreno abatido e incinerado de alguna selva o bosque, también lo es de las personas que murieron tratando de defenderlo.

 


[1] En comparación, la multinacional McDonalds tiene un ingreso bruto anual de veintiún mil millones de dólares.

[2] Dato de 2019.

[3] Similar a la superficie de la ciudad de Los Ángeles, California, EUA.

[4] La FDA encontró diversas enfermedades y contaminantes en la carne, incluyendo, pero no limitado a hule de llantas, heces fecales y cenizas.