lunes, septiembre 12, 2022

Macross Plus (1994)


El primer capítulo de esta miniserie de dibujos animados japoneses (animé) comienza con un epígrafe “Dedicado a todos los pioneros” y pasa a la pista musical “Voices” de Yoko Kanno, que es lo único que se escucha durante esta secuencia inicial. La escena comienza con una figura femenina de espaldas, mirando hacia unos generadores eólicos situados en segundo plano sobre una colina cubierta de un pastizal verde ligeramente ondulado por el viento. Acto seguido, dos jóvenes en movimiento tratan de hacer despegar un artilugio volador. Las escenas que siguen evocan un mundo futurista, hombres jóvenes, felices y despreocupados, divirtiéndose bajo la complaciente mirada de una también joven mujer. Este material llegó a mí al final de mi adolescencia, causándome una sensación de esperanza y ensoñación por un futuro que se aproximaba. Más temprano que tarde me di cuenta de que ese tipo de utopías no acontecerían en mi tiempo de vida. Durante una expedición para recabar información de nidos de aves silvestres en los altos de Jalisco, México, me encontré ante un paisaje muy similar, obvio, sin los aparatos voladores futurísticos y los rehiletes eólicos, pero si con la brisa agitando los verdes pastos bajo un cielo intensamente azul. Cuando observo esa escena ahora, la añoranza de esos sentimientos juveniles y de mi sensación de libertad en aquellos pastizales “altenses”, no pueden otra cosa que provocarme algunas lágrimas.

¡Adiós a Lenin! (2003)



Esta película se desarrolla durante la reunificación de Alemania en 1990. Alex (Daniel Bruhl) trata de proteger de un shock fatal al frágil corazón de su madre que apenas se recupera de un largo coma del que despertó justo durante los hechos claves que causaron la caída del comunismo en la Alemania del este, tan amado por su madre. Como un buen  hijo, Alex lo intenta todo para hacer creer a su madre (Katrin Saß) que la Alemania comunista todavía se mantiene vigente, y trata de explicarle (mentirle) a su madre todos los cambios que alcanza a percibir a través de un falso noticiario de televisión que dirige y produce con su amigo, un videoasta aficionado. Alex y su hermana tienen varios trabajos para mantener la familia a flote y no puede evitar quedarse dormido mientras cuida a su madre y a su sobrina de un año. Madre, a quien mantienen en cama por su condición –así como de impedirle encontrarse con esta nueva realidad que de seguro terminaría por destrozar su amor por el comunismo y por ende, su pobre corazón– despierta cuando la niña se emociona al observar un dirigible publicitario a través de la ventana. No se atreve a despertar a su cansado hijo. El dirigible se pierde tras un edificio cuando madre, con movimientos lentos, llega hasta la ventana. Aquí, comienzan unas notas de piano melodramáticas de la pista musical “Goodbye Lenin!”, compuesta por Yann Tiersen, que evocan peligro y a la vez suscitan algo inesperado. Madre se siente con un poco de energía y tras cerrar la puerta del dormitorio para que no se salga la bebé, se dirige hacia la puerta del departamento. Al alcanzarla, la pista musical se detiene. La escena se mueve afuera del edificio de departamentos. Unos muchachos punk están mudándose al edificio y la tratan con amabilidad ofreciéndole una silla para que descanse. A madre le llaman la atención, un lote de carros BMW al otro lado de la avenida y anuncios de Ikea en un poste en la calle, se incorpora y comienza a explorar, con una curiosidad mezclada con extrañamiento. La pista musical se reinicia, con un crescendo de notas de piano al que se les une una sinfonía de cuerdas que siguen el ritmo esperanzador del piano, provocando la expectativa de una realización casi religiosa; cuando la cámara pasa a un helicóptero que transporta colgado de unas cuerdas un monumento de bronce de Lenin que, con el girar del helicóptero, termina apuntando con su mano metálica hacia la madre de Alex, como despidiéndose de ella. Madre no puede explicarse qué está pasando. Para este instante Alex ya había despertado y salía corriendo a buscarla y, junto con su hermana Ariane (Maria Simon) que regresaba de comprar el mandado, llegan a tomarla por los brazos y llevarla con cuidado de regreso a casa. La emotividad producida por la combinación de la música y el simbolismo del encuentro de la madre con la efigie de Lenin siendo desplazada fuera de la ciudad, solo puedo describirla como sublime e infinitamente conmovedora.

Gremlins (1984)


Billy (Zack Galligan) acompaña a Kate (Phoebe Cates) a su casa después de su trabajo nocturno como mesera del bar local del pueblito en el midwestern americano donde viven. Pete le platica de sus sueños de ser dibujante y mudarse a la gran ciudad, obteniendo la empatía de Kate por unos minutos antes de perderla cuando Billy menciona lo mucho que le gusta la Navidad. La expresión de enamoramiento de Kate se torna en un rostro sombrío y su actitud se vuelve distante. Más adelante, en la cinta, después de que los gremlins han tomado el pueblo, Kate extrañamente decide obsequiarle a Billy, Gizmo (el mowli bondadoso y audaz que por un accidente ocasionado por Billy se convierte en la fuente de los agresivos y destructores gremlins) y a la audiencia con la historia de porque odia la Navidad. Resulta ser que el padre de Kate se resbaló y se rompió el cuello mientras intentaba bajar por la chimenea vestido como Santa, y el cuerpo no fue descubierto hasta varios días después, agregando “y así fue como me enteré de que no existía Santa Claus”. Es bizarramente macabro, pero también extremadamente memorable. Esta escena casi es removida del filme. Por muchos años esta escena me pareció eso, bizarra, pero interesante, incluso cuando vi la película por primera vez cuando contaba con apenas seis años de edad, aunque no al nivel de provocarme llorar; supongo que ahora que soy padre esta reacción es causada por mi proyección paternal hacia el papá de Kate.

Ghost (1990)

 

Sam (Patrick Swayze) y Oda Mae (Whoopy Goldberg) salvan a Molly (Demi Moore) del villano de la película, Carl (Tony Goldwyn), que se trata ni más ni menos que del mismísimo mejor amigo de la pareja protagonista que, por celos y unos negocios turbios de lavado de dinero del narcotráfico, contrata a un rufián para asesinar a Sam. La razón de Carl: Sam ya se empezaba a dar cuenta de dichas tretas financieras… y obvio también para quedarse con el amor de Molly.
Regresando a la escena final que me conmueve tanto y que parte de un contraste de luz prevaleciendo sobre la oscuridad: sucede tras la muerte accidental y bien merecida de Carl, cuya alma, tras abandonar el cuerpo, es atrapado por unos seres oscuros (respaldados por unos efectos sonoros extremadamente escabrosos) que surgen del suelo para llevárselo al infierno. Acto seguido, Sam se dirige a Oda Mae, preguntándole si puede hablar con Molly (ya que Oda Mae, la medium, es la única con el don de escucharlo). Molly en ese instante se da cuenta de que puede escucharlo y de que una luz celestial inunda la escena, revelando la figura fantasmal de Sam por completo. Comienza una versión con violines y arpa de Unchained Melody, Sam se pone de rodillas para besar a Molly, quien después de la pelea contra Carl, yace en el suelo recargada contra una pared. Sam, con su rostro angelical, figura atlética y atractiva (y translucida), tras despedirse de Oda Mae, vuelve a Molly para decirle que la ama y que siempre la amará. Molly, se incorpora y con lágrimas en los ojos (bellísima como lo era en ese momento (y sigue siendo) Demi Moore), le contesta con el famosísimo “ditto”, que en la versión en español se subtituló y dobló como “ídem”. Sam camina dando pasos en retroceso hacia la luz, que ahora abarca toda la pantalla del cine y le describe a Molly lo que siente, hasta que da media vuelta y se pierde en la luz seguida del ennegrecimiento de la pantalla y los créditos de la película. Imposible no llorar con esto.

Narraciones que me hacen llorar

 Hace unos días en un chat, contesté en la forma de un “ya me puedo morir”, en referencia en tono jocoso a una supuesta realización de algo en la vida. Quise ir más allá y complementar con un meme de Sam viendo la luz, despidiéndose por última vez de Molly. Sí, estoy hablando de esta famosa escena final del largometraje Ghost (1990) con Patrick Swayze, Demi Moore y Whoopie Goldberg. Al observar de nuevo esta secuencia, en el gif animado (que sí existe en Tenor), tuve las mismas sensaciones que, de una década para acá, me provocan este tipo de escenas: un nudo en la garganta, ojos llorosos y contracturas de músculos faciales que comienzan en espasmos abdominales, es decir, llorar. Ya recompuesto de esta micro pausa ultrasentimentalista me puse a pensar, no en el porqué, si no en sí pudiera hacer un recuento de las escenas que me provocan este tipo de reacciones. Ofrezco al lector mis reflexiones hasta el final, ya que creo que este ejercicio me dará una mejor idea de la razón. En las entradas de este blog con el tag "Narraciones que me hacen llorar" iré relatándoselas.