viernes, octubre 15, 2021

Las Apariciones de la Anciana Acomedida


Esto sucedió en Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, hace como 20 años. Le sucedió a la hermana de la esposa de un amigo que hice en la universidad.

Todo comenzó cuando esta persona y su esposo compraron su primera casa justo después de casarse: era su "nidito de amor". A las pocas semanas de comprarla, la chica (que he olvidado su nombre), algunos minutos después de que su marido saliera al trabajo y mientras tendía la cama, escuchó como si alguien estuviera barriendo afuera de la casa. Se asomó por la ventana de la alcoba principal, situada en el segundo piso, y se asustó al ver que había una viejita con un vestido azul barriendo su cochera. El susto se le bajó un poco cuando observó que la viejita tenía una sonrisa apacible y que, aunque barría con cansancio, lo hacía con dedicación. La cochera de la casa básicamente era una extensión de la banqueta, con algunos parches de pasto que aún estaba creciendo, así es que pensó que se trataba de alguna vecina que le estaba haciendo el favor. Bajó a saludarla, presentarse y agradecerle por el gentil gesto, pero al abrir la puerta de la calle, la viejita había desaparecido. Esto la volvió a asustar, según lo que me contó mi amigo.

Unos días después, su hermana salió corriendo de la casa, gritando del susto, al encontrarse a la misma anciana limpiando la mesa de la cocina. Pensó que era un fantasma. Las vecinas alarmadas salieron a calmarla y ver que pasaba. Juntas, se armaron de valor para entrar a la casa y averiguar que estaba sucediendo: no encontraron a nadie. Después de tranquilizarse, algunas vecinas le platicaron que en esa casa vivían dos señores ya grandes y que se acuerdan muy bien que el señor se murió hace algunos años y que la señora vivía sola ahí, hasta que un día se enfermó y sus hijos la llevaron al hospital y ya nunca regresó. Le contaron también que al poco tiempo los hijos pusieron la casa en venta a través de una agencia y supusieron que la viejita se había muerto. Una vecina incluso aseguró que se había muerto de tristeza, por estar sola, aunque otras dijeron que era una señora muy amable, que casi no se juntaba con los vecinos, pero que nunca se metió con nadie. No faltó la vecina que dijo que cuando estaban sacando las cosas de la viejita para ponerlas en un camión fletero vieron algunas cosas raras y una tabla que parecía como "güija".

La señora se siguió apareciendo. No siempre llevaba el vestido azul, a veces traía un camisón de franela a cuadros rojos, o un vestido floreado. Después de varios meses inclusive el marido la había visto. Comenzó a volverse costumbre. Un día, decidieron que si la volvían a ver, intentarían platicar con ella.

Un domingo por la mañana, al regresar del mercado, la vieron parada en el jardín de atrás de la casa, de pie, con las manos en las caderas, observando con una sonrisa casi angelical las flores de las gardenias que estaban empezando a brotar. La pareja se armó de valor y salieron despacio y con mucho miedo, se presentaron y la señora también se presentó, les dijo su nombre y ellos le preguntaron qué estaba haciendo. Ella les contestó que estaba oliendo las flores de las matas que ella había plantado hace mucho tiempo, y que esta había sido su casa, pero que sus hijos se la habían llevado a vivir a Tampico, que extrañaba mucho su casa y siempre soñaba que la limpiaba, barría y venía a cuidar sus plantitas. En eso, la señora dijo que le hablaban y desapareció frente a sus ojos.

La hermana de mi amigo y su esposo inmediatamente se pusieron en contacto con la agencia inmobiliaria, consiguieron los datos de la familia de los anteriores dueños y les hablaron por teléfono: en efecto, la señora seguía viva.

Mi amigo me contó que al parecer, unos meses después, se pusieron de acuerdo para que la señora fuera a visitar su antigua casa y que su hermana se hizo muy amiga de la viejita, pero ya nos pusimos a platicar de otra cosa y no supe bien que pasó después.