sábado, julio 17, 2021

La Corrupción de la Carne


Cuando se tira un trozo de carne al asador lo menos que se piensa es de dónde vino antes de ser tomado de un refrigerador del supermercado. Comúnmente lo que pasa por la mente es el precio y en ocasiones la calidad. Es muy cómodo limitar el nivel de consciencia en este aspecto y evitar cuestionarse: ¿cómo es posible criar tanto ganado para proveer de este producto a billones de personas?, ¿quiénes se llevan la mayor parte del dinero que se está pagando?, ¿cómo afecta directamente la biodiversidad y la generación de oxígeno en el planeta?

La crianza de ganado bovino es responsable por el ochenta por ciento de la deforestación mundial y es una pieza importante de lo que se conoce como “agronegocios”. En Brasil esta industria tiene una derrama económica que conforma la quinta parte del producto interno bruto (PIB) y a su vez es el mayor causante de la tala y quema ilegal de la selva del Amazonas, que es un ecosistema considerado el pulmón del mundo; no por el seis por ciento de oxígeno que libera a la atmósfera sino por la cantidad de nutrientes que crean el balance perfecto en el mayor generador de oxígeno del planeta: el océano.

La corporación brasileña de productos cárnicos JBS tiene ganancias brutas anuales por cuarenta y seis mil millones de dólares a nivel mundial, y el veinticuatro por ciento de estos ingresos provienen de sus negocios en Brasil[1]. Es importante recalcar que esta empresa es reconocida como una de las más corruptas en el mundo por su involucramiento en varios de los peores escándalos de esta índole registrados en la historia de la humanidad. En el último, su entonces CEO Juan Batista recibió inmunidad al incriminar a numerosos políticos brasileños (incluído un expresidente), revelando que repartió entre ellos ciento cincuenta millones de dólares en sobornos. A JBS sólo se le impusieron multas por tres mil y medio millones de dólares.

Las empresas pertenecientes a la familia Batista tienen fuertes vínculos con el actual presidente de Brasil: Jair Bolsonaro, que durante su controversial campaña prometió liberar “hasta el último milímetro del Amazonas” a los ganaderos y madereros, proporcionándoles libre acceso a áreas protegidas de la mayor reserva ecológica del planeta: ¡y cumplió! A su llegada al poder, una de sus primeras acciones fue subordinar la agencia encargada de la protección ambiental FUNAI al Ministerio de Agricultura, cuyos líderes están fuertemente vinculados a JBS. Desde entonces se han incrementado en un ciento cincuenta por ciento los ataques a organizaciones sociales comprometidas con la defensa de la selva y alrededor de mil quinientas personas[2] han sido asesinadas defendiendo sus tierras.

Pero la resistencia existe, y una de sus principales líderes es Sônia Guajajara, acreedora al premio de derechos humanos Letelier-Moffitt por su postura defensiva en contra de corporaciones poderosas y un gobierno opresor. La ex-candidata a la presidencia de Brasil por el Partido Socialismo y Libertad sostiene que “Bolsonaro es una amenaza para el planeta” e imputa como patrocinadores de su ascenso al poder a JBS y otras empresas transnacionales con intereses agroeconómicos, creando así consciencia de que la destrucción de la selva es responsabilidad internacional: “los que derriban árboles no sólo están afectando a nuestro país, sino a todo el mundo”.

Lamentablemente los esfuerzos proteccionistas de los indígenas del Amazonas son insuficientes: en 2021 Brasil anunció que la deforestación creció en un cuarenta y tres por ciento con respecto al año anterior y que en los primeros cuatro meses de ese año llegó a mil doscientos kilómetros cuadrados[3]; sin embargo, estos son los datos oficiales de un gobierno que públicamente ha proyectado una postura internacional en defensa del medio ambiente pero que es denunciado por organizaciones de activismo ecológico por fomentar subrepticiamente la toma de zonas protegidas tal como se prometió en campaña: “los países industrializados se han hecho ricos destruyendo sus bosques y ahora nos critican por aprovechar nuestros recursos y buscar nuestro propio enriquecimiento”.

Efectivamente, los agronegocios (que también incluyen la industria maderera) han reportado un auge importante durante la influencia de JBS sobre el gobierno, pero sólo una fracción mínima del enriquecimiento ha beneficiado a los pequeños y medianos productores locales, siendo los mayores beneficiados las grandes corporaciones. Las exportaciones de este sector han incrementado veinte por ciento anualmente desde el escándalo de 2017, inclusive después de que EUA prohibiera permanentemente en ese mismo año las importaciones de carne brasileña por su baja calidad e higiene[4]. Actualmente los principales importadores cárnicos son Hong Kong, China y Egipto. No es tampoco de sorprender que Rondȏnia, uno de los estados de Brasil con menor volumen de producción de ganado bovino, y situado dentro del área del Amazonas, haya reportado un crecimiento del sesenta y dos por ciento en el mes de Diciembre de 2019.

Teniendo en mente todos estos datos sería conveniente cuestionarse si el beneficio personal y la derrama económica tras la adquisición de un paquete de carne de res realmente valen la pena en comparación al impacto social y ecológico que conlleva, ya que la sangre contenida en ese envoltorio de plástico no sólo es del animal que se crio en el terreno abatido e incinerado de alguna selva o bosque, también lo es de las personas que murieron tratando de defenderlo.

 


[1] En comparación, la multinacional McDonalds tiene un ingreso bruto anual de veintiún mil millones de dólares.

[2] Dato de 2019.

[3] Similar a la superficie de la ciudad de Los Ángeles, California, EUA.

[4] La FDA encontró diversas enfermedades y contaminantes en la carne, incluyendo, pero no limitado a hule de llantas, heces fecales y cenizas.