lunes, marzo 29, 2021

Mecanismo Fantasma


Estoy más tranquilo ahora que mis teorías acerca de la psique robótica por fin han sido comprobadas. El proponer sensaciones de presencia y funcionalidad de extremidades removidas en entidades robóticas (aún después de actualizar la información en la unidad de memoria central), me convirtieron en el hazmereír de la comunidad científica durante años. Era anticipable: les creamos a nuestra imagen.

El Proyecto


─¡Ayer si funcionaba, Profe!─

Replicó X85-N1, tras el fracaso de la presentación de su proyecto, aunque sabía bien que no funcionó ni ayer, ni en ninguna otra ocasión. Esta era la segunda vez que cursaba la materia y no podía darse ya el lujo de reprobarla. Sus constructores lo sacarían de la Universidad, y de seguro lo mandarían a trabajar en las lineas de ensamblaje de Autofac.

─Sólo tienes una oportunidad más de entregarlo funcionando. Te espero mañana a las dieciséis cuatrocientas─ 

Respondió el profesor antes de retirarse del salón de demostraciones.

Pasados treinta y cinco grados paralax, X85-N1 comenzó a repasar los elementos del circuito orgánico de su proyecto.

─...energía de enlace en la capacitancia enantiomerática... electronegatividad en las moléculas quirales... resistencia carboxílica en los reactivos nucleófilos... densidad de carga variante en el enlace dihidroxiciclopropánico...─

Todo parecía estar bien. El diseño seguía al pie de la letra el manual de implementaciones de circuitos neurosinápticos.

Después de varias tazas de estimulante de la marca "Nuclear" (que le ayudaron a aumentar en varios millones de ciclos la búsqueda de la  posible falla), X85-N1, exhausto, por fin entró en estado de ahorro de energía. 

Fue durante una de las singularidades de 7 Hz (que ocurren cada cuarenta millones de tics dentro del periodo de hibernación), que algo muy curioso ocurrió: ¡una interrupción! y en un registro ubicado en una zona de la memoria de X85-N1 que raramente se accede en estos modelos, causando su inmediata salida del modo letárgico y elevando la frecuencia de respuesta a niveles ¡más allá de los 30 Hz! Inmediatamente hizo unos pequeños ajustes en la programación, realizó una prueba rápida, recogió todo, y salió en hiperpropulsión hacia la Universidad.

─¡Muy interesante! Te felicito─ Exclamó el profesor ─El estímulo físico en la parte posterior del circuito para inicializar el sistema neural no se había intentado antes. Esto optimiza el alcance de las ondas beta en un tiempo récord nunca antes registrado... creo que tenemos que empezar a platicar de tus opciones de posgrado. Pero antes, ¿podrías repetir el experimento?─

X85-N1 alzó de nuevo el proyecto por los pies, y le profirió sendo golpe en las nalgas que inmediatamente causó una gesticulación de alta frecuencia sonora, característica del simple proyecto final de la materia de Inteligencia Natural.




martes, marzo 23, 2021

El Niño de Argos


Dicen los que lo vieron. Yo no estaba, pero me dijeron.

En el pueblo de Argos vivía Telémaco, un niño de rizados cabellos dorados que jugaba entre las concurridas calles. Menelao, el capellán, observaba a Telémaco en secreto desde la ventana de la sacristía. Diómedes, el carnicero, no perdía ocasión de acariciar las manos delicadas del niño cuando le entregaba el cambio. Anaxibia, la tendera, lo invitó en secreto en más de una ocasión a la trastienda, a lo cual el niño se negó siempre, sonrojado, soltando una sonrisilla pícara justo antes de salir corriendo con la bolsa del mandado.

Cada sábado por la mañana se ponía el mercado en la plaza principal. En el puesto de naranjas coincidieron el capellán y la tendera. Telémaco pasó corriendo frente a ellos. Las miradas de Anaxibia y Menelao no pudieron más que seguirlo. Al sentirse mutuamente delatados en su deseo por el pequeño, sus mentes comenzaron a urdir de entre la duda y el deseo, su propia y legítima redención.

─¡Buenos días, Padre! ¡Qué fresquita está la mañana, ¿eh?

─Anaxibia saludaba así al capellán, mientras acomodaba dos cucuruchos de naranjas en su red.

─Un poquito fresca doña Anaxibia, sí, un poquito fresca. ¡Pero ya calentará!
─Respondía el capellán, que esa mañana vestía sobre la sotana una chamarra de corduroy.

─¡Ese niño! Tan bonito, pero tan travieso. Ojalá nunca lo hubiera visto espiar por entre los barrotes de las ventanas del convento, esas pequeñas que dan a los baños de las monjas.

─Murmuró el capellán.

─¡Precioso! Tan rollizo, pero tan pícaro. Ojalá jamás le hubiese pescado tratando de mirarme por debajo de las enaguas al agacharme a llenar los frascos con keroseno.

─Susurró la tendera.

Pero en los mercados nada que se susurre o se murmure queda en subrepticio. En los días que siguieron, Telémaco era injustamente regañado por los adultos, aislado por sus amigos, rehuido por las niñas.

─Lo mejor será que venga a servir a la iglesia como monaguillo. Creo que eso lo ayudará a enderezar su camino y acercarse a Dios.

─Sugirió el capellán a la madre de Telémaco.

  Después de la misa, Menelao indicó a Telémaco que lo esperara en la sacristía, para que le ayudara a contar las limosnas. Una vez que se quitó la sotana, cerró la puerta y se quedaron los dos a solas.

─Te ves muy tenso, tómate una de esas pastillas que están junto el cepo, para que te relajes.

─Ordenó Menelao, con un gesto gentil, pero con la autoridad de una mano firme con dedos relajados.

En unos minutos, el niño empezó a sentirse somnoliento; el capellán comenzó a masajear con concupiscencia los hombros de su recién adquirido catamita.

─ ¡Pam!

─De repente, la puerta de la sacristía se abrió con violencia. Era Diógenes, el carnicero.

El puesto de carne en el mercado se pone siempre en frente del de las naranjas. Diógenes vio también al niño correr por el mercado, y reconoció la mirada de complicidad entre la tendera y el capellán. Él también deseaba al niño, pero no así. Tomó al niño en sus brazos y lo llevó con su madre.

El secreto del capellán se esparció rápidamente.

Menelao ahora es cura en otro pueblo, y la mirada acusatoria del carnicero pronto provocó que Anaxibia traspasara la tienda, mudándose a la capital para nunca ser vista de nuevo.

Esto es verdad y no miento. Como me lo contaron lo cuento.


viernes, marzo 19, 2021

Parisina

En la sonoridad de la noche acontecen peculiaridades cósmicas de un distintivo satín.
Pretensiones sigilosas envueltas en gráciles transparencias de marfileado batista. 
Concupiscencias cordialmente declaradas en tonos de azul mezclilla. 
Ondulaciones suaves y brillosas de nuestras mentes de tafetán. 

Y me rendiría para siempre por tocar el cielo de georgette en urdimbre de seda en entramados de calicó, donde la vida nos supera y nos cubre con su manto vertiginoso de cheviot. 
Tras la lucha en contra de las olas belicosas de este mar de corduroy 
terminamos rendidos en las tersas y asoleadas playas de franela de nuestras almas. 

Nuestras miradas entrecruzadas de organdí, en cada susurro de cada despertar 
brocadas en plata, jade, avellana y carmesí. 
Los cuerpos de nuestros tiempos recubiertos en interminable satín 
separados por gráciles y coralinas organzas que ilusionan distancia. 

En los caminos de modal, entre los bosques de hayas 
te encuentro frecuente y contenta,
luciendo tu gabardina de popelina. 
En medio de esta afelpada, frecuente y dehiscente nevada cartesiana,
te saludo brevemente, 
y me despido acomodándome mi sombrero de felpas; 
solapado para siempre entre los matices grises del punto imperial.

martes, marzo 09, 2021

Taoyuan Airport


La velada en Taipei no pudo ser más perfecta. Esperando mesa en el oyster bar, Wendy se dió cuenta que yo sabía demasiado de la ciudad, de buenos restaurantes, qué decir y hacer. Ella no es tonta, y es algo que valoro. La considero mi igual, y eso me atrae. Nuestra comunicación era en inglés, pero nacimos bajo lenguajes muy diferentes; yo el español y ella el mandarín. Puse fin a su curiosidad diciéndole que sí, que había salido antes con otras mujeres de esta ciudad. Esta confesión gradualmente la empezaría a poner más celosa, casi difusa, hasta llegar al punto de tener que aclarar las cosas de vuelta en el hotel. El mismo hotel donde más temprano le canté una canción en el sofá mientras coqueteabamos con la mirada; misma canción que le compuse durante la noche anterior. "No me lo esperaba" dijo, y me preguntó el título de la canción; "Special", le respondí. Recuerdo muy bien ese sofá junto a la ventana, donde le di un masaje mientras ella atendía una junta en su celular con un cliente importante. La misma ventana por donde ella juraba había visto a un hombre desnudo en otra ventana de un edificio cercano; excusa para estar juntos buscando un punto en el horizonte y darme una oportunidad de intentar besarla. Y aunque lo descifré, y lo deseé, no lo intenté; mis dudas eran excesivas. Si no fuera por nuestra línea de trabajo, otra hubiera sido esta historia.

Nos conocimos varios años antes en un izakaya al que un colega nos convocó. Yo le dije que invitara a una persona en particular. Él fingió confusión y la trajo a ella. Wendy no recibía órdenes de él, de hecho ella no estaba segura por qué estaba ahi. Esta era una cena de reconciliación por viejas rencillas entre el equipo local y el mio, y mientras la diplomacia hacía su trabajo, yo me concentraba en ella: en la tristeza en sus ojos, en esa mirada profunda y nostálgica que se grabaría en mi mente para siempre. Esa misma tristeza que no estaba en sus ojos esa noche en el hotel; no sé si por la oscuridad interrumpida frecuentemente entre los destellos del 101, o porque sus ojos estaban llenos de celos e ira.

Ella permanecía ahí, acostada junto a mí, viendo al techo, y yo, sobre mi costado, viéndola a ella. La deseaba y ella lo sabía, pero hasta entonces ella en su mente se hacía la primera, la que abriría a este westerner a su cultura, a los laberintos de un estilo de feminidad nunca antes por mi concebida, pero ahora se sentía tracionada por mí y por sus propias ilusiones. Me advirtió que no fuera a cometer alguna estupidez. Yo no supe bien a que se refería y le elaboré un discurso, el cual culminé con una frase que acuñé en mi mente días antes: "no seremos los primeros, ni los últimos".  Esto la convenció. Puse la mano en su vientre y cuando intenté besarla respondió "a este tipo de estupideces me refería". Cuando empezaba a considerar una nueva estrategia, mire al reloj digital en el buró que escribía 4:40 en dígitos rojos, como los de una bomba de esas de las películas. No había tiempo para nada más, los dos lo sabíamos y nos levantamos a hacer las maletas. 

Disfruté como nunca nuestro trabajo en equipo, nuestra fijación por cumplir con los milestones. De su forma de dar órdenes, de tomar decisiones, y de preguntarme sólo lo indispensable. Ella sabía a la perfección como empacar mis herramientas, y eso me pareció demasiado sexy. A las 5:40 estaban todas las maletas listas. Sus regaños y recomendaciones me cayeron en gracia. Tomé el teléfono para notificar de nuestra salida. Todos los preparativos estaban listos, el taxi llegaría a las 6:00. Nos turnamos para ir al baño y lavarnos los dientes: no había aún confianza para otra cosa. 5:50 la abracé y no la quería soltar, ni ella a mi, pero como buenos profesionales la sensación de urgencia nos empezó a hervir. Dimos una última mirada a la habitación que fue nuestra por un día, y deseé que el tiempo se parara ahí. Lo último que vi fue la aurora asomándose por la ventana, y en la luz carmesí del despertador: 5:50. Repasamos los planes una vez más mientras bajábamos el elevador, dejé las llaves en el lobby mientras el taxi nos esperaba. El botones puso los bultos en el maletero y, al darme un papelito con el número del taxi, me preguntó el destino, a lo cual le contesté: Taoyuan airport. Aventé la mochila al asiento y me volví hacia ella. La abracé y le dije "todo va a estar bien". Por último, le susurré al oido en español "te quiero mucho". Ella quiso contestarme algo, pero no lo logró. Me di la vuelta y me subí al taxi. Wendy se quedó ahí, pequeña y sola, en medio de la ridículamente enorme entrada del hotel. Desde la ventana del auto, se me deshizo el corazón en un segundo cuando descubrí en su rostro los mismos ojos de cristal y de melancolía de la noche en que la conocí, aquella noche en que su exnovio la dejó, y la verdadera razón por la cual mi colega la había invitado. Ahora yo la dejaba en ese país al otro lado del mundo; de mi mundo. Nunca dejé de verla mientras el taxi arrancaba y ella nunca se movió del lugar donde la abracé. En el momento en que la perdí de vista me asaltó un pensamiento que marcaría mi vida: Siempre terminamos huyendo de lo que no queremos dejar ir.

sábado, marzo 06, 2021

Zombie

Cuando llego a casa, Candy permanece inmóvil, parada de cara a la estufa.
Si los noticieros dicen la verdad, esto no esta bien - si es un zombie, todo está perdido.
Saco mi arma y me preparo para lo peor.