domingo, septiembre 05, 2021

Let It Go

Rodeada de animales de peluche, muñecas barbie y otros cientos de juguetes para niñas sentados en los estantes y regados por la habitación de paredes rosas, se encontraba Juana, no “Juanita”, ya que odiaba ser referida por ese nombre que para su gusto era abominable y corriente.

Hoy tocaba el día de la fiesta de té con el jet-set de sus juguetes, que esta semana figuraban en la lista de invitados a la barbie premio nobel, Teela la mujer de armas, los tres unicornios pinxies y la recién adquirida polly-pocket flamingo, que aún conservaba su aroma a juguete nuevo. La conversación pronto volvió al tema favorito de la sesión semanal: Arela.

─¡Ay, si! Con sus hijos lelos que van a escuelas caras ─dijo con sorna uno de los unicornios.

─¡Uy! Y el maridito que va todos los días al gimnasio, de seguro va a ligar con chicas de veinte años. ─comentó con envidia la barbie de traje negro y medalla de plástico dorada.

─¡Es suficiente! ─pronunció con autoridad Juana. ─Esa atenida no merece que le dediquemos tiempo en nuestra importante reunión, tenemos otros asuntos que discutir, como los méritos de cada uno de ustedes para seguir en esta mesa la semana que viene. ─Dijo, mientras volteaba a ver el cuerpo desnudo y desmembrado de la mujer maravilla, que, de entre las sombras del rincón más oscuro de la habitación, se alcanzaba a percibir; a lo que los comensales abrieron sus ojos con miedo y luego comenzaron a verse mutuamente, tratando de identificar defectos que pudieran remarcar.

Al terminarse el té y concluyendo cada uno de los juguetes su exposición de las debilidades de sus rivales, Juana dio permiso de dar por terminada la reunión, salió de la habitación rosada, la cerró bajo llave y se dirigió al cuarto de mamá, que se encontraba aún en la cama, leyendo.

─Mamá, tenemos que hablar ─habló con el tono infantil de una niña mimada que quiere decir algo serio.

Juana se subió a la cama, retiró el libro que mamá tenía en las manos y se acurrucó junto a ella.

─Sabes bien que estos momentos son los únicos que tengo para relajarme ─dijo mamá en un tono combinado entre negociación con una menor y reproche.

Juana respondió con una mirada tierna a modo de puchero.

─Está bien, está bien, ¿qué juguete quieres ahora? ─Se rindió mamá ante aquellos ojos tiernos.

─El Lego de Frozen II, ¡obvio! Pero no es eso de lo que quiero hablar.

─Oh, vaya. Para variar ¿qué se te metió esta vez en esa cabecita? ─replicó mamá, sospechando hacia donde se dirigiría la conversación.

─Lo único que debería importarte: destruir la vida de Arela para que podamos al fin ser felices.

─Ya hemos discutido esto antes. Para ti es muy fácil que yo haga todo y al final tu bien simple, te vas y te encierras en tu cuarto, y la que tiene que enfrentar las consecuencias soy yo.

─Esta vez tengo un plan con el que no tendrás que volver preocuparte de nada de eso, escucha.

Y Juana tuvo toda la atención de mamá por el resto de la mañana.

Con dificultad, Arela trataba de remover el hacha atorada en el del cráneo de su esposo, al tiempo que la puerta de la casa salía volando por los aires propulsada por la fuerza del ariete de la policía. Pronto se vio rodeada de gendarmes que apuntaban sus armas hacia ella, gritándole que soltara todo, pusiera las manos en la nuca y se tirara de rodillas. Al darse cuenta del charco de sangre a su alrededor, el cuerpo de su marido sin cabeza y los miembros de sus dos hijos adolescentes regados por toda la sala, Arela comenzó a llorar en un ataque de pánico, como si hubiera acabado de despertar de un trance, y gimoteó en un susurro apenas audible que se elevó gradualmente de tono hasta convertirse en gritos de histeria y horror.

─¡Yo no los maté, se los juro, yo no lo hice... mis bebés!

Tras un breve y contundente dolor, todo se volvió oscuridad después del macanazo que un agente descargó sobre su cabeza. 

El tema de conversación de esta semana en la fiesta de té fue el habitual.

─¡Ugh, si! Luis, el menor, siempre con la tapa del escusado abajo cuando meaba, toda llena de orines, ¡guácala! ─chismorreó Teela.

─Y ni hablar del mayorcito, con sus calcetines crujientes escondidos, según él, debajo del colchón, al lado de sus revistas pornográficas ─acusó Elsa, del Lego de Frozen II, la nueva del club, que al terminar su aportación causó que más de uno de los juguetes ahí sentados voltearan a ver por el rabillo del ojo los restos del unicornio dorado esparcidos por el usual rincón─. No se perdió nada con la muerte de esos dos.

─Pero no debemos pasar por alto al difunto esposito ─interrumpió Juana─ siempre con sus demandas: que si la camisa almidonada y planchada, que si las corbatas tenían que estar en rollo y no colgadas que se les marca el ganchillo, que si el café con leche de almendras que porque la lactosa y, encima de todo eso, tener que soportarlo sobre ella todas las noches, con aquel pene doblado con prepucio que dan ganas de vomitar… pero bueno, no tendremos que preocuparnos de ese tema nunca más, nada podrá volver a interferir con mi felicidad y la de mamá.

Dicho esto, dio por concluida la reunión disculpándose por tener otros asuntos más importantes y posponiendo el debate sucesorio hasta una fecha no determinada. Puso cerrojo a la puerta de la habitación rosa como era costumbre y se dirigió a visitar a mamá. 

Juana tarareó su melodía favorita de Frozen mientras se acurrucaba con mamá. Mamá tenía los ojos a medio cerrar, su respiración se volvió algo violenta cuando un enfermero le puso una inyección en el brazo, pero a los pocos segundos se tranquilizó y unió sus párpados. Esta vez, Juana no tuvo que retirarle su lectura para hablar con ella porque sus brazos y piernas estaban bien amarrados a los barrotes de la camilla, así es que disponía de toda su atención. El enfermero dio un vistazo al diagnóstico psiquiátrico y su mueca de indiferencia se transformó en una sonrisa irónica.

─Bonita canción la que cantas, Arela. Nunca había estado con tres al mismo tiempo ─susurró el enfermero dirigiéndose a la puerta del confinamiento en solitario, la cerró con llave desde adentro, obstruyó la mirilla con un trapo y empezó aflojarse el cinturón─, esto será divertido.

No hay comentarios.: