Pretensiones sigilosas envueltas en gráciles transparencias de marfileado
batista.
Concupiscencias cordialmente declaradas en tonos de azul mezclilla.
Ondulaciones suaves y brillosas de nuestras mentes de tafetán.
Y me rendiría
para siempre por tocar el cielo de georgette en urdimbre de seda en entramados
de calicó, donde la vida nos supera y nos cubre con su manto vertiginoso de
cheviot.
Tras la lucha en contra de las olas belicosas de este mar de corduroy
terminamos rendidos en las tersas y asoleadas playas de franela de nuestras
almas.
Nuestras miradas entrecruzadas de organdí, en cada susurro de cada
despertar
brocadas en plata, jade, avellana y carmesí.
Los cuerpos de nuestros
tiempos recubiertos en interminable satín
separados por gráciles y coralinas
organzas que ilusionan distancia.
En los caminos de modal, entre los bosques de
hayas
te encuentro frecuente y contenta,
luciendo tu gabardina de popelina.
En
medio de esta afelpada, frecuente y dehiscente nevada cartesiana,
te
saludo brevemente,
y me despido acomodándome mi sombrero de felpas;
solapado para siempre entre los matices grises del punto imperial.
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