lunes, noviembre 09, 2020

Al caer la tarde

Casi te habías quitado la ropa.
Afuera, un árbol curioso mañosamente soltó sus hojas cerca de la ventana.
Sentada en mi sillón rojo, medio desnuda,
juntaste las manos y extendiste tus pies a tus anchas.
Tus pies tan suaves y sensuales como solo ellos podrían ser.

Observé como un rayo de luz pálida; filtrado entre las ramas del árbol de afuera
mariposeaba en tu sonrisa, y en tu seno, 
como abeja buscando una flor.

Te besé tiernamente tus tobillos.
Tú, con tu sonrisa suave, irónica, brutal.
Como claros trinos de traviesos jilgueros,
tu hermosa risa de cristal.

Tus pies se escondieron bajo tu pijama.
Y audaz me sermoneaste por primera vez: "¡Termina ya!"
Pero tu risa te delató.

Te sentí palpitar en mis labios; mientras besaba tus párpados dulcemente cerrados.
De repente, en mis comisuras saboreé el sabor metálico de tu risilla, al tiempo que sentí que te apartabas.
Y pensé "¿Es en serio?"

Tu sonrisa leve y juguetona dejó escapar un "Felipe, te lo advierto ..."
Pero detuve tu protesta con un beso.
Y tu hermosa risa tenue se volvió a escuchar.
Una risa que quería más que un beso...

Casi te habías quitado la ropa.
Afuera, un árbol curioso mañosamente soltó sus hojas cerca de la ventana,
demasiado cerca.

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