De como hacer hablar a mi silencio, de recordar esas palabras que fluían a través de mis dedos recreando mis peculiares humores y tumores. De eso no me acuerdo.
De la resonancia de mi ímpetu, del sentir latir mi corazón al hacer lo que me apasiona creer, crear y destruir. De esa ya casi no hay.
Érase que se era un niño, y luego un joven. Ambos en una isla al pasar el tiempo. La soledad buena amiga y consejera. Observar era hermoso, pero tocar era una tentación. ¿Quién le hubiera dicho al joven y al niño que tocar quema, y quemarse adicciona?
Hoy estoy aqui envuelto en llamas.
1 comentario:
Muy buen cierre. Te recomiendo leer la columna de los lunes de Xavier Velazco (Diablo Guardián, 2003). No es el mismo estilo de escritura pero sí de temas.
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