lunes, septiembre 12, 2022

¡Adiós a Lenin! (2003)



Esta película se desarrolla durante la reunificación de Alemania en 1990. Alex (Daniel Bruhl) trata de proteger de un shock fatal al frágil corazón de su madre que apenas se recupera de un largo coma del que despertó justo durante los hechos claves que causaron la caída del comunismo en la Alemania del este, tan amado por su madre. Como un buen  hijo, Alex lo intenta todo para hacer creer a su madre (Katrin Saß) que la Alemania comunista todavía se mantiene vigente, y trata de explicarle (mentirle) a su madre todos los cambios que alcanza a percibir a través de un falso noticiario de televisión que dirige y produce con su amigo, un videoasta aficionado. Alex y su hermana tienen varios trabajos para mantener la familia a flote y no puede evitar quedarse dormido mientras cuida a su madre y a su sobrina de un año. Madre, a quien mantienen en cama por su condición –así como de impedirle encontrarse con esta nueva realidad que de seguro terminaría por destrozar su amor por el comunismo y por ende, su pobre corazón– despierta cuando la niña se emociona al observar un dirigible publicitario a través de la ventana. No se atreve a despertar a su cansado hijo. El dirigible se pierde tras un edificio cuando madre, con movimientos lentos, llega hasta la ventana. Aquí, comienzan unas notas de piano melodramáticas de la pista musical “Goodbye Lenin!”, compuesta por Yann Tiersen, que evocan peligro y a la vez suscitan algo inesperado. Madre se siente con un poco de energía y tras cerrar la puerta del dormitorio para que no se salga la bebé, se dirige hacia la puerta del departamento. Al alcanzarla, la pista musical se detiene. La escena se mueve afuera del edificio de departamentos. Unos muchachos punk están mudándose al edificio y la tratan con amabilidad ofreciéndole una silla para que descanse. A madre le llaman la atención, un lote de carros BMW al otro lado de la avenida y anuncios de Ikea en un poste en la calle, se incorpora y comienza a explorar, con una curiosidad mezclada con extrañamiento. La pista musical se reinicia, con un crescendo de notas de piano al que se les une una sinfonía de cuerdas que siguen el ritmo esperanzador del piano, provocando la expectativa de una realización casi religiosa; cuando la cámara pasa a un helicóptero que transporta colgado de unas cuerdas un monumento de bronce de Lenin que, con el girar del helicóptero, termina apuntando con su mano metálica hacia la madre de Alex, como despidiéndose de ella. Madre no puede explicarse qué está pasando. Para este instante Alex ya había despertado y salía corriendo a buscarla y, junto con su hermana Ariane (Maria Simon) que regresaba de comprar el mandado, llegan a tomarla por los brazos y llevarla con cuidado de regreso a casa. La emotividad producida por la combinación de la música y el simbolismo del encuentro de la madre con la efigie de Lenin siendo desplazada fuera de la ciudad, solo puedo describirla como sublime e infinitamente conmovedora.

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