Entre dulcigomas nos entrepensamos, cada quien en su tatami, divagándonos entre siniestros pensamientos. Que al no ser diestros nos causan gracia y conspicuocidad recíproca.
Qué bellos los dedos que resbalan por la rueda mágica del mouse; gráciles falanges que nos cautivan al verlas y lamentarse al no verlas.
Amé tu complicidad, así como amé perderme entre tus piernas y tus brazos.
Nunca imaginé que el baño pudiera llegar a ser tan francés y tan gracioso. Supongo que de eso se trata esto: Lo nuestro.
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