martes, julio 24, 2012

Selva

Érase que se era un joven que escribía y componía frases y estrofas para su amada, y de tantos dias y de tantas palabras nacieron junto a él malezas y enrramadas. Su cuarto entonces se convirtió en selva. Los monos y las boas se trepaban por sus piernas y se colgaban de sus brazos, más sin embargo, el joven nunca de sus cartas y versos se alejaba.

Los días y los meses pasaron; el joven flaco y cansado seguía escribiendo sin descanso. Llegaron los bomberos a sacarlo de entre los juncos, poniendo fin a las quejas de los vecinos, cuyas cocinas eran asaltadas por los tigres, leopardos y jaguares que de la jungla escapaban.

Ya en la sala, con la barba mas allá de la papada, y el cabello revuelto y desenvuelto, el muchacho proseguía en su escribanía, adornando las cartas con grabados y estocados de tinta, y de llanto melancólico y profundo por la lejanía de su bella amada... pero, de pronto pensó --¿Es en realidad bella mi amada? Hace tanto que no la veo, que apenas y recuerdo su rostro, sus razgos o sus ojos... sólo recuerdo cuanto la amo, cuanto la añoro-- Y entonces el joven perdió la opacidad de la locura en sus ojos, y con un nuevo brillo fulgurante, cortó sus barbas, peinó sus cabellos, se puso sus mejores ropas, salió por la puerta, caminó media cuadra, e hizo sonar el timbre de la puerta de la casa donde habitaba su amada.

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